n Japón, Marc Márquez sostiene entre las manos algo más que un casco. Es una promesa. El diseño, creado por Shoei, vuelve a mostrar un Daruma, la figura tradicional japonesa que se entrega incompleta: con un ojo en blanco, esperando que el tiempo y la perseverancia permitan pintarlo. El año pasado ya lo usó, como recordatorio de que había un objetivo pendiente. Hoy, en Motegi, puede ser el escenario en el que finalmente termine de dibujarlo.
“Es imposible no pensar en que este título es especial, porque todo el mundo habla de ello. Estoy muy cerca de cerrar el círculo que se abrió hace cinco años con la lesión. El valor que tiene este título para mí es mayor que el de otros que he ganado antes”, reconoce el piloto de Ducati.
Ese círculo tiene un inicio traumático, en 2020, cuando la lesión cambió todo: las operaciones, la incertidumbre, la duda. De ahí que no dude en afirmar: “Este será el título que habré logrado después de atravesar el momento más difícil de mi carrera, el mayor desafío”.
La simbología del Daruma encaja con el mensaje. En Japón, se le asocia con la resiliencia: caer siete veces y levantarse ocho. Márquez ha caído muchas más, literal y metafóricamente, y aun así ha encontrado en cada caída un motivo para regresar.

En la rueda de prensa, el tono fue distinto al de sus primeros títulos, menos desafiante y más introspectivo: “En estos últimos cinco años he aprendido mucho en lo personal. La vida fuera de las pistas es mucho más larga que la profesional. Una de las cosas más importantes que he aprendido es que hay que minimizar el riesgo. Hay que respetar tu cuerpo, y yo soy un tipo que siempre ha buscado la adrenalina”.
Habla del título con cautela, consciente de que, en motociclismo, nada está decidido hasta que se cruza la meta. “Hay mucha gente que da el título por hecho, y esto es motociclismo. Después del sábado tendremos una idea de si se podrá cerrar o no”, avisa. La presión existe, aunque la matiza: “La presión está allí, pero con la situación en la que estoy no hay tanta como podría haber si estuviéramos en la última carrera de la temporada”.
También se permitió un guiño hacia la polémica actual: la separación estadística de títulos de MotoGP respecto al resto de categorías. Márquez respondió con ironía: “Hay cosas que no dependen de los pilotos, no está en nuestras manos. Será un título muy especial. Digo será, me gusta hablar en futuro porque aún no está confirmado, parece que es cuestión de tiempo, pero lo importante es seguir sumando, da igual siete o nueve”. Y añadió: “Soy muy culé; pero no me acuerdo del número de balones de oro que tiene Messi, pero sí sé lo que ha significado para el fútbol”.
El casco, entonces, es más que un accesorio. Es la metáfora visible de lo que puede suceder este fin de semana en Motegi: la culminación de un proceso de sanación, el regreso a la cima tras el dolor. “Ya utilicé el casco el año pasado. Lo ha hecho un diseñador japonés, de Shoei. Y como vemos, a ver si podemos pintar el otro ojo, que sería una muy buena señal y un gran objetivo de cara al domingo”, concluyó con una sonrisa.
Si el domingo logra proclamarse campeón, el ojo vacío del Daruma se completará.
Pues si son años de lesiones, malos pensamientos y duda muy razonables, pero estamos ante el fin de semana en el que después de 5 años puede proclamarse campeón del mundo de MotoGP, un resurgir como cuál ave fénix, victorioso y demostrando lo que una vez fue, que es el mejor en la pista.