La nota de prensa era impecable. Palabras de compromiso, elogios a la profesionalidad, frases sobre “comentarios claros y precisos” y la utilidad de Luca Marini como pieza de desarrollo en Honda. Para Taichi Honda, director general de HRC, el italiano es “un activo valioso” en el proceso de reconstrucción de la RC213V. Y en cierto modo lo es. Desde su llegada en 2024, Marini se ha ganado fama de meticuloso, de piloto paciente, de esos que dan feedback útil más allá del resultado en carrera.
Pero detrás de esa narrativa amable hay otra verdad menos poética. Marini se queda porque Honda no pudo hacerse con Jorge Martín, su gran objetivo para 2026. El campeón de 2024 coqueteó con la idea de cambiar de aires tras sus problemas contractuales con Aprilia. Martín seguirá de negro en Noale, y Honda se encontró con un escenario limitado. La renovación de Marini fue más necesidad que convicción.

El detalle más revelador está en el contrato: un solo año, Honda solo prolonga la relación de Marini hasta finales de 2026. Una fórmula que más que confianza parece margen de maniobra. Marini seguirá siendo útil en el desarrollo, pero no es el piloto sobre el que construir el futuro. Es, en el mejor de los casos, un eslabón de transición.
Eso no quita que su aportación tenga valor. La Honda actual necesita voces que ayuden a descifrar una moto que perdió rumbo desde hace años, y en ese trabajo Marini encaja bien: constante, aplicado, con un estilo de pilotaje que expone las carencias sin maquillarlas. En Hungría firmó su mejor resultado con la RC213V —quinto en carrera larga— y en boxes se le reconoce la seriedad con la que encara cada jornada. Pero entre elogios públicos y gestos contractuales se dibuja la distancia.