En Ducati las victorias de Marc Márquez en 2025 se han vuelto tan frecuentes que casi parecen rutina, pero dentro del box saben que no hay nada de rutinario en lo que está ocurriendo. Siete dobles consecutivos, un dominio que recuerda a sus mejores años en Honda y la certeza de que el piloto que llegó como una incógnita en invierno hoy se ha convertido en la piedra angular de la temporada. “Estos resultados son la consagración de un campeón redescubierto”, dijo Gigi Dall’Igna después de Hungría. En su tono se percibía una mezcla de asombro y de satisfacción, como si incluso el ingeniero que ha dirigido la revolución técnica de Ducati necesitara todavía encontrar palabras nuevas para describir lo que está viendo.
Las declaraciones de Dall’Igna, sin embargo, no fueron solo un homenaje a Márquez. En el mismo mensaje, el director general de Ducati Corse se detuvo a hablar de Francesco Bagnaia. Allí, en medio de la euforia por un nuevo triunfo, apareció la otra cara de la temporada. “Lo que importa ahora no es el resultado, sino las sensaciones que ha encontrado sobre la moto”, explicó en relación al tricampeón italiano. Hungría fue un fin de semana duro para Bagnaia, con una clasificación decepcionante y una carrera en la que apenas pudo ser noveno, pero también un punto de inflexión mínimo: después de cambios importantes en la puesta a punto, el piloto reconoció que había recuperado parte de la confianza perdida en frenada, ese gesto que siempre fue su seña de identidad.
Que Dall’Igna insistiera en ello no es casualidad. En Borgo Panigale son conscientes de que conviven con dos narrativas opuestas: la del piloto que todo lo gana y la del que lucha por no desdibujarse. Celebrar a Márquez es fácil; sostener a Bagnaia en plena crisis requiere una delicadeza distinta. Cuando el ingeniero dice “creemos en él, y él lo sabe”, no solo se dirige a la prensa ni a la afición. Es un mensaje directo hacia el propio Bagnaia, una forma de recordarle que, incluso en la temporada más gris, sigue siendo parte del proyecto.
Ducati nunca había vivido un escenario parecido. Tiene en sus filas al hombre del momento, capaz de monopolizar titulares y victorias, y al mismo tiempo a un tricampeón que atraviesa una espiral de dudas. La gestión de esa paradoja es también parte de la grandeza de un equipo: mantener el entusiasmo por lo extraordinario sin que lo vulnerable se derrumbe. En el fondo, lo que Dall’Igna verbalizó tras Hungría fue una estrategia de equilibrio. Hablar del “campeón redescubierto” y, casi en la misma frase, tenderle la mano al que busca reencontrarse.
En un deporte que devora a sus propios héroes con la misma velocidad con la que los eleva, esos matices importan. Porque si algo sabe Ducati es que los títulos no se construyen solo con el piloto que gana, sino también con la capacidad de sostener al que atraviesa la tormenta. Y ahí, en esa combinación de euforia y paciencia, se juega buena parte del futuro inmediato de la marca italiana.
