El regreso de Luca Marini tras la gravísima lesión sufrida en Suzuka marcaba un antes y un después en su carrera. Lo que podía haber sido una condena deportiva se ha convertido en una oportunidad. Desde que volvió a subirse a la Honda oficial, el italiano ha encontrado una versión de sí mismo que no solo suma puntos cada fin de semana, sino que ha empezado a ganarse un rol que parecía impensable hace un año: el de líder dentro del box del HRC.
En Barcelona, Marini cruzó la meta octavo. La hoja de tiempos no revela lo que fue la carrera: hasta cinco vueltas del final rodaba en quinta posición, con ritmo de referencia, hasta que el neumático trasero dijo basta. Él mismo lo reconoció: “Probablemente fue un error mío pensar que podía alcanzar a Acosta, apreté más y me quedé sin goma. Las últimas cinco vueltas fueron de supervivencia”. Fue un error, sí, pero de esos que confirman el crecimiento: el piloto que arriesga porque siente que tiene algo entre manos.
El contraste con 2024 es brutal. Entonces, Honda cerraba carreras como último constructor, acumulaba abandonos y desesperación. Ahora, con Marini al frente, el discurso cambia: habla de evolución en la electrónica, de avances con el carenado, de pruebas con chasis y basculante. Todo con naturalidad, sin impostar, convencido de que Honda vuelve a caminar. No es casual que HRC haya renovado su contrato, aunque solo por un año: un mensaje doble, confianza en su trabajo, pero también prudencia en un mercado que en 2027 cambiará por completo con el nuevo reglamento.

En paralelo, Joan Mir sigue atrapado en una dinámica peligrosa. Campeón del mundo en 2020, todavía no ha encontrado continuidad en Honda. Sus destellos existen, pero nunca cristalizan. Mientras Marini se convierte en un valor seguro, Mir se desliza hacia un papel secundario que no se corresponde con su palmarés. En un deporte donde la percepción es tan importante como el cronómetro, ese desequilibrio dentro del box se está acentuando.
La carrera de Barcelona dejó claro que Marini es hoy el hombre de referencia en Honda. No por talento bruto, que Mir tiene de sobra, sino por constancia y capacidad de adaptación en medio de la tormenta. “El ambiente siempre ha sido fantástico, incluso cuando fuimos últimos el año pasado”, recordó Luca. Esa estabilidad mental puede ser el detalle que decida quién de los dos será la cara visible del proyecto en los meses que vienen.
Honda celebra el regreso de la competitividad, aunque sea en pequeñas dosis. Y lo hace de la mano de un piloto que parecía destinado a vivir siempre a la sombra de su hermano. El futuro de Mir, en cambio, empieza a sonar más a incógnita que a certeza.
Interesante artículo, fiel reflejo de la problemática que envuelve a los distintos pilotos en GP en sus facetas de lo personal y deportivo.