Montmeló debía ser un fin de semana de celebración para Ducati, y lo fue: sexto título consecutivo de constructores en MotoGP, una hegemonía que ya roza lo histórico. Pero en el mismo día en que Marc Márquez ampliaba su dominio y el box rojo se teñía de euforia, Gigi Dall’Igna no ocultaba una preocupación que lleva meses acompañando a Borgo Panigale: el laberinto en el que se encuentra Francesco Bagnaia.
“Estamos realmente contentos de haber conseguido el 6º Mundial de constructores consecutivo, son cifras que me impresionan cada año más. Estoy realmente contento”, reconocía el ingeniero veneciano en declaraciones a Sky Italia. Pero apenas segundos después, el tono de celebración mutaba hacia algo más sombrío.
“Pesado es una palabra fea. Pesado significa que uno ya no puede más y tira la toalla. Honestamente, tirar la toalla no es mi estilo. Aunque hasta ahora no lo hayamos conseguido, es más, quizá hayamos empeorado respecto al inicio de temporada, intentaré con todas mis fuerzas ayudar a Pecco a encontrar la manera de recuperar las sensaciones con la moto y volver a ser el campeón que es”.
El diagnóstico de Dall’Igna refleja la dualidad de un equipo que, por un lado, no deja de ganar, pero que al mismo tiempo se enfrenta a la fragilidad emocional y técnica de uno de sus referentes. Bagnaia, bicampeón del mundo, atraviesa una temporada en la que la falta de confianza ha derivado en una espiral complicada de romper. Y lo que más preocupa en Ducati es que no existe una solución sencilla.
“Si tuviera una respuesta hoy lo habríamos hecho mejor”, admite Dall’Igna. “Está claro que aquí, por desgracia, no hay una fórmula mágica para lograrlo, hay que evaluar objetivamente lo que se ha hecho hasta hoy y encontrar algo diferente. Pero creo que todo parte de la base de que nosotros creemos en Pecco y él cree en nosotros. Estoy seguro de que tarde o temprano encontraremos la solución”.

La gestión del caso Bagnaia no es solo técnica. Dall’Igna pone el acento en algo que rara vez se verbaliza en público: la dimensión humana de un proyecto que exige resultados cada dos semanas. “Seguramente, siempre hay que partir de la base de que todos somos seres humanos y que, para bien o para mal, en algún momento de nuestra vida necesitamos la ayuda de alguien. Intentaremos apoyar a Pecco al 100%, recuperar primero el feeling con la moto y luego al campeón que es”.
El contraste con Márquez resulta inevitable. El #93 parece haber encontrado desde el primer día un encaje natural con la GP25, lo que le ha permitido construir una confianza creciente a cada carrera. Bagnaia, en cambio, vive el proceso inverso: cuanto más busca, menos encuentra.
“No, según yo más que nada es la confianza que uno tiene en la moto, que es completamente distinta”, reflexiona Dall’Igna. “Marc lleva desde el inicio del año haciéndolo muy bien y entonces, carrera tras carrera, la confianza aumenta. Los otros dos han tenido algunas dificultades, sobre todo al inicio del Mundial, y esa confianza aún la tienen que encontrar. Esto les hace sufrir un poco más, sobre todo en las primeras sesiones”.
El ingeniero también se detuvo en una reflexión más amplia, casi como si quisiera preparar al entorno para lo que viene: “En este período estamos logrando cifras fuera de lo normal y somos conscientes de ello. No será la normalidad del futuro, vemos todos que los demás están trabajando muy bien y están mejorando. Como siempre, intentaremos dar a nuestros pilotos el mejor medio posible y el mejor setup posible, pero puede pasar que alguna vez seamos inferiores también a los demás. Es algo que puede suceder, de hecho estoy seguro de que sucederá”.
Palabras que demuestran que el mayor reto de Ducati no es ganar cuando ya lo gana todo, sino mantener el equilibrio interno en un equipo que vive dos realidades opuestas: la de un Marc Márquez que encadena victorias y se acerca a una corona histórica, y la de un Bagnaia que busca desesperadamente reencontrarse con el piloto que fue.