diciembre 23, 2025
agosto 30, 2025
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Ducati y el peso de la historia: una hegemonía que apenas encuentra comparación

En el paddock ya no se habla de si Ducati va a ganar, sino de cuántas Ducati ocuparán el podio. En los últimos 45 grandes premios, desde septiembre de 2023 hasta este agosto de 2025, la fábrica de Borgo Panigale solo ha sido derrotada en cuatro ocasiones. El resto han sido victorias propias, una proporción que roza lo inverosímil: más de diez triunfos por cada tropiezo. La Desmosedici no es solo la moto más rápida y equilibrada de la parrilla, es la que define cómo se corre hoy en MotoGP.

La estadística es abrumadora. Ducati ha ganado los últimos tres mundiales de pilotos —con Francesco Bagnaia y Jorge Martín— y los últimos cinco títulos de constructores. En lo que va de 2025, ha sumado el máximo de puntos de constructores en diez de doce fines de semana, y ha copado el podio completo en más de la mitad de las carreras. En Argentina, por ejemplo, la Ducati ganadora sumó los 25 puntos íntegros para la marca; la mejor moto no-Ducati cruzó meta en sexto lugar, a 15 puntos de distancia.

Ese dominio no se explica solo con la presencia de ocho Desmosedici en parrilla en 2024 y seis en 2025. La diferencia está en el nivel de la moto que Gigi Dall’Igna ha construido en apenas una década de gestión. Ducati tomó un camino distinto al de todos los demás: se atrevió a introducir soluciones aerodinámicas, holeshot devices y una capacidad de tracción que ha obligado al resto a copiar. Lo que comenzó como experimentos criticados se ha convertido en el estándar de la categoría.

Lo extraordinario es que ni siquiera en épocas de dominio absoluto se vieron cifras como estas. Ni con la Honda de Mick Doohan en los noventa, que enlazó cinco títulos consecutivos. Ni con Valentino Rossi en Yamaha, que convirtió en mito los duelos con Biaggi, Gibernau y Lorenzo. Ni siquiera con la aristocrática MV Agusta, que acumuló 16 coronas de constructores entre 1956 y 1973 enfrentándose a Nortons monocilíndricas. La única vez en la historia que un fabricante duplicó en puntos a su rival más cercano fue en 1957, cuando Gilera cerró el Mundial con más del doble de unidades que MV. Y aquello fue más consecuencia de la fragilidad mecánica de sus rivales que de una superioridad absoluta.

Ducati, en cambio, está doblando el marcador sin depender de las desgracias ajenas. Sus motos terminan, ganan y repiten. En 2025 lidera el campeonato de constructores con 430 puntos, frente a los 187 de Aprilia, su perseguidora más cercana. Es más del doble. Lo mismo que hizo Gilera hace casi siete décadas, pero con un mérito distinto: no por los fallos de los demás, sino por la eficacia aplastante de la Desmosedici.

En los boxes rivales la sensación es la de correr un campeonato paralelo. KTM presume de la moto más veloz en punta y de un Pedro Acosta capaz de salvar domingos junto a un Maverick ahora parado por la lesión y un Enea que parece resucitar; Aprilia ha dado pasos de gigante con Marc Bezzecchi como estandarte inesperado; Honda encontró en la lluvia de Le Mans una victoria inesperada. Pero todos saben que, mientras Ducati no cometa errores, lo máximo a lo que pueden aspirar es a migajas.

La situación abre un debate incómodo. El campeonato de constructores se decide por la mejor moto clasificada de cada marca en cada gran premio. Esto provoca paradojas: en 2019, Honda ganó el título de constructores gracias a Marc Márquez, pero sin sus puntos habría terminado penúltima. Ducati, en cambio, no necesita de un solo piloto salvador: cualquiera de sus motos oficiales o satélite puede ganar. Es la victoria del conjunto, no del individuo.

El dominio absoluto siempre genera dos efectos contrapuestos. Por un lado, la admiración hacia un proyecto que ha revolucionado MotoGP con ingeniería y valentía técnica. Por otro, el riesgo de erosión en el espectáculo. En los corrillos del paddock ya se habla de ajustes reglamentarios para 2027, de limitar aerodinámica y dispositivos de altura, de reducir cilindrada. Es un intento de devolver equilibrio a una categoría que hoy parece teñida solo de rojo.

Lo que Ducati está logrando trasciende lo deportivo: está escribiendo un capítulo que obliga a mirar a la historia entera del motociclismo para encontrar referencias. Gilera en 1957 es el único espejo lejano, aunque bajo condiciones muy distintas. El resto de comparaciones se quedan cortas. Y mientras tanto, en Borgo Panigale celebran cada domingo con la naturalidad de quien ha convertido lo excepcional en costumbre.

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